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Feliz día, periodistas

Cada 7 de junio me pregunto lo mismo. ¿Qué estoy haciendo aquí, en esta profesión cada vez más devaluada, poco creíble y sospechada? Y recuerdo la frase de mi viejo, criado a la vieja usanza. ¿Cuándo te vas a conseguir un trabajo en serio? Por entonces yo ya llevaba casi tres décadas en la actividad.

Estoy convencido que, aunque no abunden, hay otros escenarios más favorables, trabajos más valorados, reconocidos y mejor recompensados.

El camino me permitió conocer a maestros y entusiastas aprendices, honestos y algunos mercenarios, hombres aferrados a sus convicciones y almas camaleónicas que cambian de color de acuerdo a la ocasión.

El presente es una muestra cabal que el poder comunicacional está en manos de unos pocos. Permanecer en esa burbuja (por utilizar un término adaptable a los nuevos tiempos) significa aceptar los términos, las reglas del juego y poco menos que vender el alma al diablo.

Fuera de ese ámbito se reniega demasiado, pero se respira aire y se vive mejor.

Afortunadamente sobrevivo con renovados entusiasmos, habitado por muchísimas curiosidades, tratando en cada amanecer de adaptarme a los nuevos tiempos. Con la receta de los viejos maestros, con la convicción que en lo amateur siempre estará lo más bello del camino, porque es allí donde comienzan las ilusiones.

Un fuerte abrazo para todos… más allá de un título, periodista es el que informa, el que se levanta temprano, el que busca la nota, el que la produce, el que la presenta, el que la filma, el que saca fotos, el que cobra una publicidad para pagarse su trabajo, el que lleva la factura de un trabajo como “prestación de servicios”… en fin todos sabemos cómo son las cosas y por eso el deseo de un día feliz… y de una resistencia ante la adversidad…

Mis saludos y un afectuoso abrazo a todos aquellos periodistas que aún creen que un futuro mejor es posible.

A los que enarbolan una bandera con la misma convicción con que se defiende una camiseta.

A los que prefieren gritar en lugar de callar.

A los que se la juegan y exponen fundamentos, ideas y verdades.

A los que siempre tendrán una esperanza en su libreta de apuntes.

A los que no perdieron la capacidad de reir y llorar ni sorprenderse.

A los que la modernidad y el sistema no les “impermeabilizó” el corazón.

A los que la pasión se les nota en los ojos y en los abrazos que queremos y no podemos darnos.

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